Hoy voy a endurecer mi corazón
para quererte como debo quererte,
que salga abriendo puertas y ventanas
y tenga un soplo de violencia y suene,
logrando así que las hojas cansadas
no nos cubran por siempre con sus redes.
Te llenaré de lágrimas y dudas
para quererte como debo quererte,
prenderé un fuego torvo junto al lecho
donde el amor reposa y donde duermes,
y ahí entraré con pasos de guerrero
envuelto siempre por su propia fiebre.
Llevaré en la cintura ese cuchillo
que pueda herir en el minuto hiriente;
confundiré la rosa y sus espinas
de modo que de pronto no me encuentres
y me encuentres de pronto con un rostro
que ya no sea el mismo que te bese.
Hoy voy a endurecer mi corazón
como si nunca fuera a conocerte,
y así ajustar las huellas a un camino
de rectos bordes, frutos y deberes,
como si fuese a enderezar el hierro
en una fragua de calor ardiente.
Haré que todo se te vuelva oscuro
y confundas los pasos siete veces,
y buscando la luz toques la puerta cerrada
cuyas llaves me reserve,
y solo yo,
como un guardián severo,
sepa darte las claves para siempre.
Apuraré también el hondo cáliz,
para quererte como debo quererte.
para quererte como debo quererte,
que salga abriendo puertas y ventanas
y tenga un soplo de violencia y suene,
logrando así que las hojas cansadas
no nos cubran por siempre con sus redes.
Te llenaré de lágrimas y dudas
para quererte como debo quererte,
prenderé un fuego torvo junto al lecho
donde el amor reposa y donde duermes,
y ahí entraré con pasos de guerrero
envuelto siempre por su propia fiebre.
Llevaré en la cintura ese cuchillo
que pueda herir en el minuto hiriente;
confundiré la rosa y sus espinas
de modo que de pronto no me encuentres
y me encuentres de pronto con un rostro
que ya no sea el mismo que te bese.
Hoy voy a endurecer mi corazón
como si nunca fuera a conocerte,
y así ajustar las huellas a un camino
de rectos bordes, frutos y deberes,
como si fuese a enderezar el hierro
en una fragua de calor ardiente.
Haré que todo se te vuelva oscuro
y confundas los pasos siete veces,
y buscando la luz toques la puerta cerrada
cuyas llaves me reserve,
y solo yo,
como un guardián severo,
sepa darte las claves para siempre.
Apuraré también el hondo cáliz,
para quererte como debo quererte.
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